En virtud de las perspectivas mundiales sobre reservas de petróleo, es evidente que el petróleo es una fuente agotable y que los carburantes deberán obtenerse a partir de otras fuentes. Cuándo y cómo tendrá lugar la sustitución masiva de la materia prima es una cuestión hoy desconocida.

El único proceso de obtención de carburantes sintéticos a partir del carbón, previo a la primera crisis del petróleo (finales de los sesenta, principios de los setenta), fue la pequeña planta Sasol de Africa del Sur. La decisión de construir esta planta nació en 1950 y fue proyectada en 1955. Sin embargo el bajo precio del petróleo en los años posteriores llevó a desechar el proceso, por lo que el proyecto original se corrigió potenciando la gasificación para obtener gas ciudad.

A comienzos de los años 70 tuvo lugar un fuerte crecimiento de la demanda y se generó una gran presión sobre los países de Oriente Medio, en solicitud de aumento de producción. En Octubre de 1973 la respuesta de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) fue un embargo de petróleo, que desequilibró drásticamente el equilibrio entre oferta y demanda y que desencadenó un crecimiento del precio del petróleo hasta cuadruplicarse. Esta situación fue mantenida por la OPEP hasta 1978. El brusco aumento del precio del petróleo hizo rentable el relegado proyecto de obtención de carburantes a partir del carbón. En paralelo, en el Departamento de Energia de los Estados Unidos se inició un amplio programa de investigación de licuefacción de carbón y empresas privadas se introdujeron masivamente en la investigación energética. En 1975 Brasil arrancó con un programa de carburantes sintéticos a partir de etanol. En  1976 Mobil dio publicidad a su proceso MTG (Methanol To Gasoline) sobre un catalizador con zeolita.

A partir de 1978, la posición de la OPEP se debilitó, fundamentalmente debido a los nuevos suministradores de petróleo de Alaska, Mar del Norte y Mejico. Sin embargo, estos nuevos suministros fueron rápidamente compensados por la revolución en Irán y la siguiente guerra Irán-Irak. La incertidumbre sobre las exportaciones futuras desde Irán motivaron una duplicación del precio en un año.

A partir de la segunda crisis del suministro de petróleo, el modelo de oferta y demanda de petróleo cambió sustancialmente. La supresión del control de precios en el área de mayor consumo, los Estados Unidos, redujo el consumo. Otras formas de energía como el carbón y el gas natural desplazaron al petróleo en diferentes áreas de consumo.

El descubrimiento de nuevas reservas, junto con el descenso del papel del petróleo en el consumo total de energía, se tradujo en que la producción de petróleo era excesiva. Por otro lado, los productores que  no constituían la OPEP que era el 66% del total en 1979, se redujo al 40% en 1985, con el consiguiente descenso del precio. A mediados de 1988 el precio del petróleo en moneda constante descendió cincuenta veces del valor más alto en 1979. El precio en los primeros años de 1980 era dos o tres veces mayor que en 1989 en términos reales. Esta evolución de los precios explica con nitidez la evolución del interés de los carburantes sintéticos.

La estabilidad observada, en general, en los precios del petróleo hasta finales de la década de los noventa se debió, fundamentalmente, al crecimiento relativamente estable del suministro, en particular del procedente de los países de la OPEP. No obstante, la continua reducción de la capacidad productiva sin utilizar de la OPEP, junto con la falta de nueva capacidad resultante de las limitadas inversiones efectuadas durante el período de precios reducidos del petróleo a partir de mediados de los años ochenta y la disminución de la producción de los países no pertenecientes a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), se tradujo en un crecimiento total de la oferta, que fue sistemáticamente a la zaga del crecimiento de la demanda de crudo durante la década de 2000. En general, esto ha ejercido presiones al alza sobre los precios del petróleo. Por consiguiente, dado que no se han producido perturbaciones de oferta de magnitud comparable a las experimentadas previamente, los precios del petróleo parecen haber estado determinados en mayor medida por la demanda en los últimos años.

Más concretamente, los principales factores determinantes de las acusadas fluctuaciones de los precios del petróleo hasta finales de la década de los noventa fueron las perturbaciones de oferta. Por consiguiente, puede afirmarse que las variaciones de los precios del petróleo tendieron a impulsar el ciclo económico, más que a ser consecuencia de este. Esto queda ilustrado en el gráfico A, que muestra la evolución de los precios reales del petróleo y el componente cíclico de la producción industrial mundial desde enero de 1970:

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Gráfica A. Precios reales del crudo y actividad mundial

Nota: El índice de precios del petróleo es una media de los índicesde precios del petróleo Dubai, Brent y WTI deflactados por el índice de precios de consumo de Estados Unidos y expresados en dólares estadounidenses.

Como se ve en la gráfica los precios del petróleo se triplicaron con creces tras la drástica reducción del suministro de petróleo acordada por la OPEP en noviembre de 1973, que se estima que ascendió al 7,5 % de la producción mundial de ese período. Debido a la falta de fuentes alternativas de suministro y a la naturaleza muy intensiva en petróleo de la economía mundial, se inició una grave recesión. De igual modo, la perturbación de los precios del petróleo de 1979 también desencadenó una recesión económica. No obstante, la prolongada senda descendente que siguieron los precios del petróleo posteriormente no parece haber estado asociada a la evolución de la actividad económica. De hecho, la caída de los precios estuvo impulsada, fundamentalmente, por la oferta de petróleo y, en particular, por la rápida expansión de la producción en los países no pertenecientes a la OPEP, en los que la explotación de las reservas probadas y de nuevos yacimientos petrolíferos pasó a ser repentinamente viable desde el punto de vista económico, como consecuencia de la subida de los precios del crudo de mediados de la década de los setenta (véase gráfico B).

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Gráfico B. Oferta y demanda de petróleo

El acusado descenso de los precios del petróleo durante la recesión de 2008-2009 se desencadenó por un número creciente de señales que apuntaban a una disminución considerable de la actividad económica mundial, y posteriormente se vio acentuado por el estallido de la crisis financiera. El índice de producción industrial (excluida la construcción) cayó alrededor de un 13% durante la recesión de 2008-2009 (véase gráfico A), tras el intenso crecimiento de la actividad mundial y de los precios del petróleo registrado antes de la crisis, lo que indica que en los últimos años ha habido una estrecha relación entre las variaciones de los precios del petróleo y el ciclo económico mundial. Un factor clave en este contexto ha sido el papel más destacado desempeñado por los países no pertenecientes a la OCDE a la hora de impulsar el ciclo económico mundial y de determinar la demanda global de petróleo en un entorno de crecimiento limitado de la oferta (véase gráfico C). Esto también se ve confirmado por el hecho de que las pronunciadas fluctuaciones de los precios del petróleo fueron un claro reflejo de las que se produjeron en los precios de los alimentos y de otras materias primas, en lugar de seguir una senda más idiosincrásica.

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Gráfico C. Crecimiento de la demanda de petróleo (tasas de variación interanual)

 

La recesión que afectó a la economía de la zona del euro en 2008-2009 tuvo una profundidad sin precedentes.Durante la recesión global de 2008-2009, el precio del Brent se desplomó desde unos 150 dólares estadounidenses por barril a mediados de 2008 hasta situarse en torno a 40 dólares por barril a principios de 2009. Esta caída de aproximadamente el 70 % supuso un cambio de sentido en la fuerte tendencia al alza iniciada a principios de la década de 2000. Además, en cuanto surgieron las primeras señales de recuperación de la actividad mundial, los precios del petróleo comenzaron a subir de nuevo. El PIB real descendió un 5,5 % desde el máximo hasta el mínimo cíclico, provocando una ampliación considerable de la brecha de producción. A este respecto, a primera vista no resulta sorprendente que la recesión coincidiera con una disminución relativamente acusada de la inflación medida por los precios de consumo, ya que la tasa de variación interanual del IAPC (Índice Armonizado de Precios de Consumo) se redujo desde aproximadamente el 4 % antes de la recesión hasta casi el –1 % en su punto más bajo.

No obstante, si se realiza un análisis más detallado, parece que gran parte de este descenso tuvo su origen en los componentes alimenticio y energético del IAPC, que tienden a estar muy influenciados por la evolución exterior. El ajuste de la inflación medida por el IAPC excluidos estos componentes, que está más directamente relacionada con la demanda interna y con factores de costes, fue mucho más limitado.

 

Realizar una comparación del ajuste de la inflación durante la recesión de 2008-2009 con el que se produjo en recesiones anteriores es difícil por muchos motivos. Por ejemplo, el ajuste depende de la profundidad y la duración de la recesión, pudiendo depender, asimismo, de si la recesión está impulsada en mayor medida por factores externos o internos y de las políticas macroeconómicas vigentes o de las adoptadas en el período en cuestión. En el gráfico D se observa que la evolución de la inflación en torno a los períodos de recesión presentó ligeras diferencias, ya que, por ejemplo, a mediados de los años setenta y a principios de los ochenta, la inflación no disminuyó hasta transcurrido un tiempo desde el inicio de la recesión. Durante la recesión de la década de los ochenta, el descenso coincidió con un proceso secular de desinflación inducido por la política económica que hace que sea difícil separar el ajuste cíclico del ajuste estructural.

Además, la recesión de 2008-2009 fue distinta de las recesiones anteriores en el sentido de que la inflación medida por el IAPC y la inflación medida por el IAPC, excluidos los alimentos y la energía, exhibieron patrones muy diferentes, ya que, mientras que la primera cayó 4,7 puntos porcentuales desde el máximo hasta el mínimo cíclico, la inflación medida por el IAPC, excluidos los alimentos y la energía, solo se redujo 1,2 puntos porcentuales. De igual modo, durante el período posterior a la recesión (2010-2011), la inflación medida por el IAPC experimentó un repunte mucho más acusado que la inflación medida por el IAPC, excluidos los alimentos y la energía.

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Gráfico D. Inflación medida por el IAPC e inflación medida por el IAPC, excluidos los alimentos y la energía

De cara al futuro, hay pocas razones para esperar una desaceleración del crecimiento de la demanda mundial de petróleo. De hecho, como consecuencia del rápido crecimiento de las economías emergentes (de Asia, en particular), la Agencia Internacional de la Energía prevé que la demanda de crudo se incremente de forma continuada hasta 2016, pese a los altos niveles actuales de los precios. En cambio, es probable que el crecimiento de la oferta sea limitado, al menos a medio y a largo plazo, debido a la existencia de factores geológicos que condicionan la expansión adicional de la capacidad de producción de los países no pertenecientes a la OPEP y al hecho de que se necesitan inversiones considerables para ampliar la capacidad actualmente limitada de la OPEP. Por otra parte, todavía transcurrirá un tiempo antes de que las fuentes alternativas de energía y de combustibles, cuya viabilidad económica está aumentando como consecuencia de los altos precios actuales del petróleo, constituyan una parte significativa de la oferta energética y de combustibles. Estos dos factores implican que es posible que continúe la fuerte correlación observada recientemente entre los precios del petróleo y el ciclo económico mundial. Sin embargo, la evolución de la oferta también seguirá desempeñando un papel importante, especialmente si se tiene en cuenta la actual situación de tensión, así como la esperada, en términos de oferta y demanda internacional de crudo.